Se conoce como obsolescencia programada o planificada a la programación del fin de la vida útil de un producto para que se vuelva viejo, no funcional, inútil o inservible después de un tiempo de vida calculado de antemano por el fabricante durante su fase de diseño.
Con fecha de caducidad
El producto va a fallar en algún momento, obligando al consumidor a comprar otro para reemplazarlo y comenzar nuevamente el ciclo. El concepto se desarrolló por primera vez entre 1920 y 1930, y se corresponde con un nuevo modelo de mercado, el de fabricación de productos que se vuelven obsoletos de manera premeditada.
Su objetivo fue y es, el lucro económico inmediato, sin que tengan ningún valor el cuidado y respeto del medio ambiente ni del ser humano, porque cada producto que se vuelve obsoleto, supone contaminación al deshacerse de él. O sea, que el actual sistema económico y de producción no se ajusta nada a la armonía ni al equilibrio.
Comprar de forma acelerada y artificialmente
Sin embargo, para la indústria, la obsolescencia programada estimula positivamente la demanda, al impulsar a los consumidores a comprar aceleradamente y sin necesidad real, nuevos productos. ¿Qué opinarían los consumidores si descubrieran que el fabricante invirtió una gran cantidad de dinero en traicionar los conceptos de durabilidad y calidad del producto, al contrario de lo que pregonan?… Lo que ocurre es que el empleo de la obsolescencia programada no siempre resulta fácil de determinar.
Se complica con factores como:
A. La constante competencia tecnológica o la sobrecarga de funciones, que si bien por un lado amplían las posibilidades de uso del producto, por otro pueden hacerlo fracasar rotundamente.
B. Nuevos mercados o tecnologías sustitutivas, en las que la opción de los consumidores acaba decidiéndose por una de ellas (prácticamente no tienen más remedio) en perjuicio de otras. Por ejemplo el sistema de vídeo VHS frente al DVD, el de los televisores de Plasma, OCl, Led etc…
La falsedad en la comercialización
Generalmente la obsolescencia la planifica el fabricante, estudiando el tiempo óptimo para que el producto deje de de funcionar correctamente y necesite reparaciones o su substitución, sin que el consumidor pierda confianza en la marca. Otras veces crean un producto determinado, que más adelante se vende (exactamente el mismo) únicamente cambiando su diseño. Esto se hace evidente en la moda… Un año se llevan las rayas y al siguiente los cuadros, para que el usuario se vea «obligado» a cambiar sus vestidos, perfectamente correctos y en buen uso.
Y otra manera más es la de comercializar productos incompletos o de menores prestaciones, a bajo precio, para afianzarse en el mercado ofreciendo posteriormente el producto mejorado (tal y como se pudo comercializar desde un principio) y con la ventaja añadida de que el consumidor (a quien tratan como a un tonto útil) se lleve la falsa imagen de empresa joven y novedosísima. En cualquier caso de lo que se trata es de que el fabricante gane más dinero, a costa de lo que sea.
En el siguiente enlace podéis ver un famoso documental sobre el tema «Comprar, tirar, comprar»:
Tenemos que replantearnos qué posición tomamos nosotros como consumidores… ¿fomentamos este ciclo? O intentamos consumir de otra manera? ¿Necesitamos la última tele, un nuevo móvil cada 18 meses…?
Podéis encontrar más información sobre el tema en:
http://disenosocial.org/obsolescencia-0512/
http://www.oepelectrics.com/sop-sin-obsolescencia-programada.html